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Amor (u odio) a la comida

Cuando vine de Canarias a estudiar a Barcelona, lo que más me sorprendió es que si alguien te da los buenos días por la calle es porque te quiere vender algo. La segunda cosa que más me sorprendió, probablemente, es el odio que despierta Isabel Coixet en su propia tierra. Creo hay pocas directoras o creadoras de las que tanta gente afirma con gran énfasis: “No la puedo soportar”. 

Creo que me gustarían sus películas porque hablan de temas que me interesan pero me niego a verlas porque no puedo soportar a Coixet”, me dijo una amiga hace ya un tiempo. Seguramente, detrás de esta afirmación se escondía una pregunta, sin duda más antigua que la democracia en España, para la que nunca ha habido una respuesta clara. “¿Se puede separar al autor de la obra?” Umberto Eco, por ejemplo, era tan contundente e irónico como siempre al afirmar que “el autor debe morirse después de haber escrito su obra para allanarle el camino al texto”. Es decir, para no enredarnos en ciertos derroteros semióticos, que lo que importa es el autor modelo contenido en el texto y no la persona falible del exterior. 

Foodie Love, la primera serie de Isabel Coixet para HBO España, seguramente pondría los pelos de punta a Umberto Eco. Y no, no me refiero a la escena en la que Guillermo Pfening disfruta de un plato de pasta en Roma (todos sabemos que Umberto hubiese preferido ir a su restaurante favorito, I Quattro Mori, en Milán). Lo que agitaría a Eco es que Foodie Love es una obra que constantemente habla de su autora. La presencia de las reflexiones, referentes y, especialmente, opciones gastronómicas de Isabel Coixet son extremamente explícitas. Tanto, que en el tercer capítulo aparece la propia madre de la directora comprando jamón en el mercado del Carmel. Supongo que este enfoque tan personal es el que ha hecho que Foodie Love haya despertado las mismas reacciones que su creadora: puedes amarla u odiarla, no hay término medio. 

No tengo claro si me gusta más como serie para disfrutar o como serie que me habría gustado poder crear. Que una plataforma como HBO te de carta blanca para materializar un proyecto tan personal y “poco comercial” es un privilegio al que pocas personas podrían aspirar. Isabel Coixet es indudablemente una de ellas. 

La serie, cuenta una historia de amor que se cuece en los mejores restaurantes y espacios gastronómicos del sur de Francia, Roma y, evidentemente, Barcelona. Más allá de la trama, es toda una oda a las relaciones personales y a la comida. Al amor, al sexo y a la gastronomía en partes iguales. Aún más allá de este homenaje, Foodie Love es una serie llena de referentes, reflexiones e ideas interesantes. Algunas de ellas para masticarlas y tragarlas sin más, otras para rumiarlas y volver a ellas.

Las referencias culturales de Coixet, y no solo las gastronómicas, están presentes en todos y cada uno de los capítulos. Se integran perfectamente en la trama: desde Laia Costa recitando la película Hiroshima Mon Amour de Alan Resnais en la que sabemos que es la sala privada de cine del Soho House, hasta Guillermo Pfening proponiendo hacer como en Annie Hall de Woody Allen y besarse primero para evitar la incomodidad y la tensión. El estilo visual mantiene este tono tan personal integrando vídeos caseros, recortes de dibujos animados y cómics en los que podemos leer los pensamientos de los personajes.

Foodie Love es una serie que funciona por capas. Si le damos una oportunidad, descubriremos cómo a medida que avanzan los capítulos se convierte en mucho más profunda de lo que se antojaba en el piloto. Se trata, en definitiva, de un camino en el que vamos conociendo a los protagonistas y sus referentes a la vez que vamos conectando con ellos. 

Isabel Coixet no ha perdido ni un minuto en justificar por qué Foodie Love es como es. Ante las críticas fáciles, “es una imagen idealizada de los problemas de la clase media-alta en Barcelona” o “es solo un retrato de los problemas del primer mundo”, me imagino a Coixet pensando en la metáfora que el personaje de Laia Costa hace en la serie en la que cuando se enfada se imagina ante un reloj gigante, de unos tres pisos, viendo cómo pierde el tiempo en estar enfadada. Creo que deberíamos hacer como la directora y no perder ni un minuto, en nuestro caso, para disfrutar de una serie que creo que a quien se pare a entenderla, le acompañará durante mucho tiempo.

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